La desaparición de Edna Picazo Díaz, una joven de 25 años, conmocionó a su familia y amigos tras su último contacto el pasado 1 de septiembre.
Ese día, Edna informó a sus padres que había llegado a Monterrey, en una llamada que despertó preocupación. Desde entonces, no volvieron a tener noticias suyas.
Edna había sido vista por última vez cuando un joven llegó en motocicleta para recogerla. Días después, la joven logró contactar nuevamente a su madre en una llamada de emergencia, en la que expresó que se encontraba en peligro en la colonia García Tenerife, en Monterrey, México.
A pesar de la urgencia de la situación, la comunicación se cortó, y desde entonces no se supo más de ella.
El 11 de octubre, la madre de Edna, en un acto de valentía, viajó a Monterrey con la esperanza de encontrar a su hija.
Sin embargo, la realidad que enfrentó fue devastadora: tras varias pruebas de identificación en la Fiscalía Especializada en Personas Desaparecidas de Monterrey, recibió la noticia de que Edna había sido hallada sin vida. Su asesinato se confirmó después de que los análisis forenses coincidieran con su identidad.
Edna, madre de dos pequeños, una niña de 6 años y un niño de 4, era descrita como una mujer alegre y espiritual, que estaba próxima a graduarse tras años de esfuerzo académico.
Su vida fue truncada antes de poder celebrar su cumpleaños número 26, el pasado 23 de octubre, fecha en la que familiares y amigos la despidieron en la Ciudad de México.
La familia de Edna ha asegurado que no descansará hasta que se esclarezcan las circunstancias de su muerte y se haga justicia. Este caso ha generado un profundo dolor y miedo entre sus seres queridos, al mismo tiempo que ha planteado serias reflexiones sobre la inseguridad en el país.
La desaparición y muerte de Edna Picazo Díaz es un recordatorio del constante desafío que representa la violencia y la impunidad en México, un fenómeno que destruye familias y deja heridas que perduran por siempre.