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Aurimar Iturriago Villegas

20 de diciembre de 2024

Cada día, durante dos meses que parecieron interminables, Arelis Coromoto Villegas repitió la misma oración: desde su pequeña casa de bloques en Venezuela, le pidió a Dios que protegiera a su hija de 21 años mientras recorría miles de millas a través de la traicionera jungla y el desierto, para llegar a la frontera sur de Estados Unidos.

Sus plegarias fueron respondidas en septiembre de 2022 cuando Aurimar Iturriago Villegas cruzó a salvo a territorio estadounidense y siguió hacia el norte con su propia oración: conseguir un empleo y eventualmente ganar suficiente dinero para construirle una nueva casa a su madre.

Pero a casi dos meses de su llegada a Texas, Aurimar fue asesinada a tiros en un incidente de furia en la carretera cerca de Dallas, mientras viajaba en el asiento trasero de un vehículo.

Y para su madre, lo impensable se convirtió en inimaginable.

Sin el conocimiento de su familia, autoridades del condado de Dallas donaron el cuerpo de Aurimar a una escuela médica local donde fue cortado y le asignaron un precio a las partes que no fueron dañadas por la bala que impactó su cabeza —900 dólares por su torso y 703 por las piernas.

Los restos de la joven fueron incinerados y enterrados junto a desconocidos en un cementerio en Dallas, esto mientras su madre intentaba desesperadamente repatriar a su hija asesinada a Venezuela, sin saber que su cuerpo se convirtió en una mercancía en el nombre de la ciencia.

Arelis se enteró de que su hija fue usada para investigaciones médicas hasta dos años después de su asesinato, cuando NBC News y Noticias Telemundo como parte de una investigación más amplia sobre la industria de cuerpos en Estados Unidos publicaron los nombres de cientos de personas cuyos restos, considerados abandonados, fueron enviados al Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad del Norte de Texas, con sede en Fort Worth.

Es algo muy doloroso”, lamentó Arelis en una entrevista desde su casa en un pequeño pueblo en el oeste de Venezuela. “Ella no es ningún animalito para que la descuarticen, para que la corten”.

Lo que ocurrió con Aurimar fue un asunto de dinero, un patrón que la cadena NBC News descubrió en los dos últimos años: los cadáveres de personas vulnerables suelen ser maltratados y los deseos de sus familias ignorados en Estados Unidos, mientras funcionarios abrumados lidian con el creciente número de muertos no reclamados en medio de la adicción generalizada a los opioides, el aumento de personas sin hogar y familias fracturadas.

Los periodistas encontraron que forenses de los condados, instituciones médicas y otras autoridades fallaron repetidamente en contactar a familiares antes de declarar abandonados los cuerpos.

En algunos casos, fueron sepultados en terrenos destinados a personas indigentes mientras sus seres queridos los buscaban y reportaban como desaparecidos. En otros, fueron enviados sin consentimiento a escuelas médicas, compañías de biotecnología y comerciantes de cadáveres.

Aurimar fue una de las 2,350 personas cuyos cuerpos, desde 2019, fueron traslados al Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad del Norte de Texas bajo acuerdos con dos condados locales que generaron alrededor de 2.5 millones de dólares anuales al centro, y le ahorraron a los condados cientos de miles de dólares en cremaciones y costos funerarios, de acuerdo a registros financieros.

Cientos de estos cuerpos fueron destinados para formación de estudiantes o investigación. Otros, se alquilaron a empresas de tecnología médica que necesitan restos humanos para desarrollar productos y capacitar a médicos para usarlos. Algunos, como el de Aurimar, fueron usados para ambos fines.

Los cadáveres donados juegan un rol clave en la educación médica y la industria de biotecnología, ayudando a los cirujanos a fortalecer sus habilidades y a investigadores a desarrollar tratamientos que podrían salvar vidas.

Aunque usar cuerpos sin reclamar para este propósito sigue siendo legal en gran parte del país, incluyendo Texas, es considerado poco ético debido a la ausencia de consentimiento y el sufrimiento que puede causar a los familiares.

Los periodistas han identificado al menos otras dos docenas de casos en los que familias se enteraron semanas, meses o años después de que los restos de su ser querido habían sido entregados al Centro de Ciencias de la Salud.

Once supieron lo que ocurrió a través de NBC News y Noticias Telemundo, incluyendo a cinco — además de la familia de Aurimar— que quedaron horrorizados al hallar los nombres de sus familiares en una lista de cuerpos sin reclamar publicada este otoño por ambos medios.

En respuesta a los hallazgos de NBC News, el Centro de Ciencias de la Salud suspendió su programa de donación, despidió a los funcionarios que lo dirigían y se comprometió a dejar de usar cadáveres considerados abandonados.

El portavoz Andy North no respondió a preguntas sobre el caso de Aurimar, pero en un comunicado dijo a los periodistas que el centro extendía sus disculpas a todos los “individuos y familias impactadas” y que se han “tomado múltiples acciones correctivas”.

En muchos de los casos encontrados por NBC News los cuerpos que se declararon abandonados eran de personas sin hogar, que luchaban contra una adicción a las drogas o se habían distanciado de sus familias.

Ése no era el caso de Aurimar. La joven inmigrante estaba en constante comunicación con su madre y habló con ella horas antes de ser asesinada. Su familia se apresuró a intentar recoger los miles de dólares que les costaría repatriarla a Venezuela, creyendo falsamente, mes tras mes, que sus restos yacían en una morgue en Dallas.

Pero lo que siguió fue una cascada de fallas burocráticas y de comunicación. La Oficina del Médico Forense del condado de Dallas tenía el número telefónico de Arelis en sus archivos, pero en los documentos obtenidos por NBC News no hay constancia de que la institución, que declinó comentar sobre la investigación, intentara llamarla antes de declarar abandonado el cuerpo de su hija.

Durante este calvario, Arelis ha luchado desde una casa sin internet en un país sin relaciones diplomáticas con Estados Unidos para reclamar los restos de Aurimar.

Hasta entonces, no podrá empezar su duelo, dijo.

“Yo me pongo todas las noches y digo: ‘Dios mío. ¿Por qué te llevaste a mi hija?’”, lamentó. “Yo no acepto la muerte de mi hija. Todavía no”.

Aurimar soñaba con ayudar a su familia. Creció bajo un techo de láminas de metal, en una casa con electricidad intermitente en La Villa del Rosario, a una hora y media de la ciudad más cercana.

A los 16 años abandonó la escuela y trabajó limpiando casas o patios con la determinación de sacar a su madre de la pobreza: “No te preocupes mami, que yo voy a trabajar para darte todas las cosas para cambiar a una mejor vida”, le decía.

En 2022 vivía en Colombia, donde recorría las bulliciosas calles de Bogotá haciendo deliveries en una bicicleta. Pero quería ganar más. Esa primavera llamó a su madre para compartirle su nuevo plan. Se uniría a un grupo de otras seis personas en una travesía hacia Estados Unidos.

Arelis le suplicó que no viajara, sabía que muchos migrantes mueren cada año intentando cruzar el infame tapón del Darién, una traicionera selva tropical con pantanos y montañas que se extienden por la frontera entre Colombia y Panamá.

El hermano mayor de Aurimar, Yohandry Martínez Villegas, tenía sentimientos encontrados sobre sus planes. Compartía los temores de su madre, pero admiraba cómo la joven “estaba luchando por un futuro mejor”.

El 1 de julio, Aurimar y su grupo se adentraron por el extremo este del Darién. Por dos semanas, Arelis no supo nada de su hija mientras atravesaba la remota jungla sin señal de telefonía celular.

La madre lloraba todos los días aterrada de que su hija quizás hubiera caído desde un barranco o se hubiera ahogado en un río. Hasta que Aurimar le envió un mensaje de texto desde un refugio de migrantes en Panamá: “Mami, ya salimos de la selva”.

Aurimar se enfermó de gripe cuando iban por Honduras, pero se recuperó y celebró su cumpleaños 21 en Guatemala.

A inicios de septiembre cruzó el Río Bravo desde México a Texas, asegura Arelis quien recuerda que después de que la joven se entregó a las autoridades en la frontera, fue liberada de un centro de detención y partió a casa de Alexis Moreno, un vecino de Venezuela que vivía cerca de Dallas.

Con ayuda de Moreno, Aurimar consiguió un empleo de limpieza en Florida y prometió a su madre que pronto tendría suficiente dinero para ayudarle a comprar electrodomésticos y medicamentos para su vista que había empezado a fallar.

La noche del 28 de octubre de 2022, mientras estaba en Texas por una breve visita, Aurimar subió a un auto en un suburbio al norte de Dallas, junto a dos conocidos, ninguno pudo ser contactado por NBC News o Noticias Telemundo.

No está claro adónde iban, pero esto se sabe según la policía y documentos judiciales: alrededor de las 12:15 am Shardrel Webb, de 25 años, disparó contra la ventana trasera del vehículo en el que la joven viajaba.

El sospecho alegó que el otro auto lo sacó de la carretera y que reaccionó en defensa propia. Aterrado, el conductor se dirigió a toda velocidad hacia un edificio de apartamentos cercano, mientras Webb seguía disparándoles.

Allí es donde la policía y paramédicos hallaron a Aurimar, abatida sobre el asiento trasero, muerta por un disparo en la cabeza.

Había empezado a llover cuando un funcionario de la Oficina del Médico Forense del condado de Dallas llegó a la escena alrededor de las 03:30 am.

El investigador retiró una lona amarilla con la que habían envuelto el cuerpo de Aurimar y anotó lo que vio. Revisó sus bolsillos donde encontró un encendedor y 8.18 dólares que metió en una bolsa para evidencia.

Aurimar fue colocada en una bolsa azul con una etiqueta roja que decía No. 3440146 y trasladada a la Oficina del Médico Forense, donde, según los protocolos, debía empezar la búsqueda de un familiar directo.

La hermana menor de Aurimar, Auribel Acero Villegas, de entonces 17 años, fue la primera en enterarse de su muerte esa mañana. No lo supo por las autoridades, sino por una vecina en Venezuela que conocía a Moreno.

Antes de que Aurimar se fuera a Estados Unidos le pidió a Auribel prometerle que se haría cargo de su mamá; ahora debía darle una noticia que temía iba devastarla.

Arelis habló con Aurimar la noche anterior, pero después sus llamadas no fueron atendidas. Alrededor de las 2 de la madrugada, una vecina le contó vagamente que hubo un tiroteo en el apartamento de Moreno y la madre ya no pudo dormir.

El corazón de Arelis se hundió al ver el rostro desencajado de su hija menor y llorando le preguntó esa mañana: “¿Qué ha pasado?”.

“Nada, no ha pasado nada”, le respondió Auribel sin querer darle la noticia mientras estaba de pie. “Vamos a sentarnos, vamos a hacer un café”, le pidió.

Arelis cayó de rodillas y le suplicó: “Júramelo. Si vos en verdad me querés, júramelo, que a tu hermana no la mataron”.

No hacían falta palabras, las lágrimas de Auribel respondieron.

No está claro qué ocurrió en los días posteriores al asesinato de Aurimar. Los recuerdos son borrosos y la familia cuestiona algunas notas en registros públicos.

Sus intentos por conseguir detalles sobre la muerte de la joven se complicaron desde Venezuela Arelis puede llamar y enviar mensajes desde la aplicación WhatsApp, pero no puede costearse marcar a números fijos en Estados Unidos así que la mayoría de la información que la familia recibía era de segunda mano.

Auribel recuerda haber conversado con una persona que se identificó como empleado de la Oficina del Médico Forense del condado de Dallas el día después del crimen.

La llamada entró al teléfono de un vecino, según la joven, y en ella le preguntaron si autorizaba a Moreno para que fuese su contacto con la morgue, a lo que accedió. “Y hasta ahí llegó la conversación”, aseguró.

El expediente del caso de Aurimar, obtenido por estos reporteros a través de una solicitud de registros públicos, no menciona tal llamada.

En cambio, en una nota del 31 de octubre dos días después del crimen un funcionario del condado reportó haberse reunido en persona con Moreno y hablar con Arelis a través del celular de su exvecino. Según la nota, la madre otorgó a Moreno la autoridad legal para actuar como familiar directo.

Arelis afirmó que la llamada nunca ocurrió y que ella solo quería que Moreno le ayudara a coordinar la repatriación de su hija a Venezuela, no que asumiera la autoridad legal para tomar decisiones.

Sin embargo, sin pedir a la madre que firmara ningún documento, un empleado del condado actualizó el expediente de Aurimar en el sistema para incluir a Moreno como su pariente directo, según consta en los registros.

Una medida que le otorgaba potestad sobre el cuerpo, potencialmente excluyendo a Arelis. El funcionario también anotó el teléfono de ella, pero no hay indicios de que alguien de la morgue intentara contactarla en los dos años siguientes.

Mientras tanto la familia y amigos de Aurimar recolectaron dinero para que se pudieran repatriar sus restos.

Pero dos semanas después del crimen, Moreno escribió al Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad del Norte de Texas ofreciendo donar el cuerpo de la joven, en nombre de su madre, algo a lo que Arelis dijo que nunca accedió.

Tyler Johnson, subdirector del programa de donación de cuerpos del centro, le respondió al día siguiente en español usando el traductor de Google: “Primero necesito confirmar que usted y la madre entienden la donación de cuerpos”, escribió Johnson, detallando cómo funcionaba el proceso.

Después de que Moreno confirmó que deseaba continuar, Johnson le envió los formularios de consentimiento del donante y dio un plazo de ocho horas para devolverlos.

“Desafortunadamente, tenemos poco tiempo para que estos formularios sean devueltos a nuestras oficinas”, indicó.

Moreno nunca mandó la documentación, según los correos electrónicos de Johnson y del condado de Dallas. Y pronto, según la familia de Aurimar, también dejó de contestar sus mensajes.

Moreno no ha respondido a las repetidas peticiones de comentarios de NBC News y Noticias Telemundo.

Seis semanas después del asesinato de Aurimar, la Oficina del Médico Forense concluyó su trabajo en el caso, detallan los registros. Como nadie continuó con los trámites, el cuerpo “ahora se considera abandonado”, se lee en una carta enviada a una dirección de correo electrónico eliminada del expediente.

La misiva, con fecha del 15 de diciembre de 2022, decía que los restos serían “procesados siguiendo nuestros procedimientos habituales”, sin ofrecer más detalles. Arelis dijo que no recibió tal notificación.

Legalmente ya no importaba si había o no firmado los papeles de la donación; ese mismo día, bajo esos “procedimientos habituales” el cuerpo de Aurimar fue trasladado a los refrigeradores del Centro de Ciencias de la Salud.

La cuñada de Moreno le había compartido la dirección de correo electrónico de Johnson y, aunque Arelis no sabía cuál era su papel en el proceso, pensó que podría obtener información sobre el cuerpo de su hija. El 10 de febrero le escribió: “No he sabido nada del cuerpo de mi hija aurimar del Carmen iturriago Villegas por favor necesito saber Dios me los bendiga grandemente”.

Johnson le contestó rápidamente, copiando a su supervisora, Claudia Yellott y reenvió a Arelis las conversaciones que mantuvo con Moreno; le explicó que su exvecino nunca completó la donación del cuerpo. El funcionario sugirió a la madre que contactara al médico forense y le dio un número de teléfono del condado al que ella no tenía forma de llamar.

Lo que Johnson y Yellott no le dijeron fue que el Centro de Ciencias de la Salud tenía el cadáver de su hija y pronto lo prepararía para uno de sus principales clientes.

Johnson y Yellott fueron despedidos y ninguno respondió a los mensajes de NBC News y Noticias Telemundo.

Tres meses después, mientras Arelis caía en una profunda depresión y su salud empeoraba por el estrés de no conocer qué pasó con el cuerpo de su hija, trabajadores colocaron el torso de Aurimar en una mesa del laboratorio de BioSkills en el Centro de Ciencias de la Salud.

La empresa de biotecnología Relievant Medsystems pagó al centro 35,672 dólares para organizar un curso de cuatro días y necesitaba 18 torsos para entrenamientos sobre su procedimiento Intracept para el dolor de espalda, una técnica quirúrgica tan prometedora que el gigante de la biotecnología Boston Scientific pagó 850 millones de dólares para comprar la compañía unos meses después.

Jessica Sachariason, portavoz de Boston Scientific, aseguró que los funcionarios de Relievant no sabían que, a lo largo de los años, el centro les había facilitado decenas de cuerpos no reclamados, entre ellos el de Aurimar.

En respuesta a la investigación de NBC News, Sachariason declaró que actualizaron sus políticas para exigir el consentimiento de los fallecidos o sus familiares directos para cualquier espécimen humano que se utilice con fines de formación.

“Expresamos nuestro más sentido pésame a la madre y familia de Aurimar Iturriago Villegas”, escribió Sachariason. “Ningún familiar debería sufrir algo tan trágico”.

El 5 de julio de 2023, un mes y medio después del entrenamiento de Relievant, el Centro de Ciencias de la Salud envió una parte de los restos de Aurimar a un crematorio del área de Dallas, de acuerdo registros de facturación.

Y en septiembre  pocas semanas después del que habría sido su cumpleaños número 22 sus cenizas fueron entregadas a la Oficina del Médico Forense del condado de Dallas, como era exigido en el contrato de la escuela médica con el condado.

Pero el Centro de Ciencias de la Salud aún no había terminado de usar el cuerpo de Aurimar.

Los registros muestran que el 23 de enero de 2024 sus piernas fueron utilizadas para entrenar a estudiantes que se preparaban para convertirse en asistentes médicos.

North, vocero del centro, no respondió qué ocurrió con las extremidades después de la clase, o si era habitual que el centro conservara partes del cuerpo de una persona después de que otras ya habían sido incineradas.

Ese mismo mes, Arelis recibió una llamada por WhatsApp de la oficina del fiscal de distrito del condado de Dallas: los fiscales habían llegado a un acuerdo para condenar al asesino de su hija a 23 años de prisión.

Webb después escribiría al juez diciendo que le devastó enterarse que había matado a alguien y que rezaba para que la familia de su víctima le perdonara.

Arelis agradeció a los funcionarios y les preguntó por el cuerpo de su hija. Aunque la oficina del fiscal de distrito no era responsable por los restos de la joven, uno de los fiscales rastreó información y contó a Arelis que el cadáver de Aurimar fue declarado abandonado por el condado y cremado, indicó la vocera Claire Crouch.

“Entendemos cuánto esto ha agravado su luto”, dijo Crouch a NBC News y ofreció sus condolencias a la familia.

Crouch aseguró que un fiscal también intentó conectar a Arelis con funcionarios locales que pudieran responder a sus preguntas sobre el paradero del cuerpo. La madre afirmó que no habló con nadie más después de eso.

Nueve meses después, más respuestas llegaron en un artículo periodístico.

El hermano de Aurimar, Yohandry, estaba navegando este octubre en la red social Instagram cuando vio una publicación de Noticias Telemundo que promovía un artículo titulado “¿Conoce a estas personas? Decenas de cuerpos sin reclamar de latinos fueron enviados a una escuela texana de medicina”.

La publicación en redes incluía algunos nombres de la lista de más de 1,800 recopilados y publicados por NBC News, y mencionaba uno que dejó frío a Yohandry: “Aurimar Iturriago Villegas”.

La revelación de que su hija fue usada para investigación enfureció a Arelis, pero también le dio algo de esperanza. ¿Podría esto significar que el cuerpo de Aurimar no había sido cremado y era conservado en algún lugar? Tal vez podría ver su rostro una última vez. Tal vez podría darle un entierro digno.

Después de que Arelis envió un correo electrónico a Noticias Telemundo, la periodista le compartió la información obtenida como parte de la investigación de NBC News  incluyendo la posibilidad de que el cuerpo de Aurimar ya había sido cremado y una dirección de email para que contactara a un funcionario del condado de Dallas cuyo trabajo es asistir a las familias.

La madre envió un correo el 12 de noviembre preguntándole si podía recuperar las cenizas de su hija. “Dios me los bendiga grandemente espero su respuesta”, escribió y terminó su mensaje con un emoji de dos manos juntas en señal de oración.

El funcionario le respondió ese mismo día:

Buenas tardes Sra. Villegas,

"Ante todo, expreso mis condolencias por la muerte de su hija, Aurimar Iturriago Villegas. Mi corazón está con usted y su familia por la pérdida de su hija, y espero que los gratos recuerdos que tiene de ella le ayuden a superar este difícil momento. Aunque sé que éste puede ser un momento difícil para usted y su familia, pude localizar a su ser querido".

"La Sra. Aurimar Iturriago Villegas fue enterrada en el Laurel Land Memorial Park. Adjunto encontrará un mapa con la ubicación donde está enterrada en Laurel Land Memorial Park. Tenga en cuenta que, como fue sepultada a expensas del condado, no hay ninguna tumba marcada individualmente".

"Una vez más, mis condolencias para usted y su familia".

La persona no dio más detalles sobre cuánto costaría exhumar las cenizas de Aurimar, tampoco instrucciones para repatriarlas a Venezuela, en caso de que eso siquiera fuera una opción. Solo había un mapa de un cementerio que Arelis no tenía forma de visitar a medio mundo de distancia.

En ese momento comenzó a perder la poca esperanza que tenía.

Aunque me duela esto en el alma”, aseguró Arelis a la periodista, “yo creo que voy a tirar la toalla… y dejar las cosas en manos de Dios”.

Familiares de Arelis dijeron en entrevistas recientes que están preocupados por ella. No come, su presión arterial se ha disparado y de repente aparenta ser mucho mayor que los 55 años que tiene.

Aún reza por Aurimar todos los días, pero ahora su oración es diferente. De rodillas, frente a un altar alumbrado por velas en una esquina, le pide a Dios que por favor lleve a su hija a casa.

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