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Ravenna, Ohio. La tranquila comunidad de Ravenna se vio sacudida el 27 de septiembre de 2000 por la misteriosa desaparición de Theresa Andrews, una mujer de 23 años que estaba en la fase final de su embarazo.
Su esposo, Jon Andrews, reportó su desaparición a la policía local luego de no poder comunicarse con ella durante el día.
Jon explicó a las autoridades que esa mañana, Theresa recibió una llamada en casa de una persona interesada en comprar un Jeep que la pareja estaba vendiendo.
Tras la conversación, Theresa le envió un mensaje a su esposo informándole sobre la situación. Jon le advirtió que tuviera precaución al mostrar el vehículo y que evitara realizar una prueba de manejo sin antes obtener la identificación del comprador.
Sin embargo, al mediodía, cuando intentó llamarla nuevamente, no obtuvo respuesta.
Al regresar a casa a las 4:30 p.m., Jon encontró la puerta principal abierta y a Theresa desaparecida. Sus pertenencias personales, incluido su bolso y teléfono celular, seguían en la vivienda.
La policía inició una búsqueda inmediata y, poco después, hallaron el Jeep abandonado en un estacionamiento cercano, pero sin rastros evidentes de violencia.
Las investigaciones tomaron un giro importante cuando se logró rastrear la llamada recibida por Theresa hasta un teléfono celular registrado a nombre de Thomas Bica, quien vivía a solo dos calles de la casa de los Andrews.
Al acudir a su residencia, los detectives entrevistaron a su esposa, Michelle Bica, una mujer de 39 años que mostró un comportamiento nervioso.
Michelle afirmó que su teléfono había sido robado en una tienda y proporcionó información contradictoria sobre su paradero el día de la desaparición de Theresa. También aseguró que había dado a luz a un bebé ese mismo día.
La policía mantuvo la residencia de Michelle bajo vigilancia mientras verificaban su versión de los hechos.
Pronto descubrieron que no había registros de su supuesto parto en ningún hospital. Las sospechas se intensificaron hasta que, el 2 de octubre, los agentes regresaron para interrogarla nuevamente.
Al llegar, escucharon un disparo en el interior de la casa. Michelle Bica se había quitado la vida con un revólver calibre .22.
Durante la inspección de la vivienda, los detectives hallaron a un recién nacido sano y dormido en una habitación del segundo piso.
Las pruebas de ADN confirmaron que era el hijo de Theresa y Jon Andrews. Mientras buscaban más evidencias, los agentes encontraron un rastro de sangre que llevó hasta el garaje.
Debajo del automóvil, oculto en una tumba improvisada, yacía el cuerpo de Theresa, con una herida de bala en la espalda y una incisión en el abdomen hecha para extraer al bebé.
Los investigadores determinaron que Michelle había pasado meses fingiendo un embarazo ante su esposo y vecinos, planificando el crimen con frío cálculo.
Convenció a su entorno con ecografías falsas y detalles sobre el parto inminente. Finalmente, atrajo a Theresa a su casa con el pretexto de comprar el Jeep y perpetró el homicidio para apropiarse del bebé.
El recién nacido fue entregado a su padre después de exámenes médicos que confirmaron su buen estado de salud.
La trágica historia de Theresa Andrews conmocionó a la comunidad y expuso la oscura realidad de los secuestros de recién nacidos a través de crímenes violentos.
Hoy, su memoria sigue presente como un recordatorio de los peligros que pueden acechar incluso en los lugares más inesperados.