En redes sociales se dio a conocer un caso que ha generado un amplio debate: una mujer comercializaba pruebas de embarazo alteradas para que mostraran un resultado positivo.
Su iniciativa, catalogada por muchos como un ejemplo extremo de manipulación emocional, tenía como propósito, según sus publicaciones, ayudar a otras mujeres a conservar sus relaciones de pareja.
Aunque el fenómeno no es nuevo y ha tenido precedentes en otros países, el caso más reciente habría tenido lugar en Colombia, según publicaciones que comenzaron a circular recientemente en Facebook.
Sin embargo, anteriormente se conoció un episodio similar en Florida, Estados Unidos, donde una mujer ofrecía el mismo tipo de producto a través de un portal de ventas en línea.
La principal implicada es una mujer cuya identidad no fue revelada públicamente, quien promocionaba en sus redes sociales la venta de test de embarazo que siempre daban un resultado positivo.
Afirmaba contar con numerosos testimonios de mujeres que, tras adquirir estas pruebas, lograban impedir la ruptura de su relación sentimental. De acuerdo con sus declaraciones, muchas clientas buscaban generar un impacto emocional en sus parejas para evitar una separación.
La mujer comercializaba cada prueba en 30 dólares, lo que le permitía generar ingresos diarios cercanos a los 200 dólares, según medios internacionales. Esta actividad se convirtió, para ella, en una fuente de financiación con la que incluso logró cubrir sus estudios universitarios.
En publicaciones anteriores, se mostraba orgullosa de la rentabilidad de su iniciativa, a pesar de las críticas por la naturaleza engañosa de su producto.
El caso pone sobre la mesa un debate ético complejo: el uso de herramientas médicas manipuladas con fines personales o sentimentales. Aunque este tipo de prácticas ha sido denunciado anteriormente, su reaparición en redes sociales sugiere que aún persiste una demanda por este tipo de productos falsificados.
Las pruebas de embarazo alteradas no solo representan una forma de engaño emocional, sino que también podrían tener implicaciones legales si se interpretan como una forma de fraude o afectación psicológica a terceros.
Este fenómeno, que en su momento incluso se convirtió en tendencia en plataformas digitales, ha vuelto a generar controversia y alarma por la facilidad con la que se pueden comercializar productos de este tipo sin supervisión ni regulación, especialmente en espacios digitales donde la verificación de autenticidad es limitada.
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